Rafael Llanquinao Nahuelpi
Comunicador Social de La Araucanía.
La Araucanía enfrenta una crisis en el empleo juvenil y la informalidad laboral para este mismo grupo etario. Parto de esta manera ya que hace tan solo unos días celebramos una nueva conmemoración del día de las y los trabajadores. Por ello, con preocupación en este escrito, creo importante mencionar que es hora de hablar de este grave problema que enfrentan hoy los jóvenes en La Araucanía. Sobre todo en vista de los últimos datos presentados por el Observatorio Laboral.
Según las cifras entregadas por dicha entidad junto con el Instituto Nacional de Estadísticas son claros: la tasa de ocupación juvenil regional es más baja que la nacional (34,1% frente a 36,8%), mientras que la informalidad es mucho más alta (35,9% versus 27%). A esto se suma una cifra sumamente preocupante, como lo es trabajo infantil, dado los datos que nos entrega podemos hablar de que en la Araucanía con un 17% entre jóvenes de 14 a 17 años, lo que supera por lejos los promedios del país. ¿Qué nos está diciendo esta mirada?
Que ser joven en esta región, lejos de ser una etapa de crecimiento, es muchas veces un camino cuesta arriba.
Hoy existe desconexión entre las promesas institucionales y la realidad concreta que enfrentamos día a día quienes habitamos este territorio. Por otro lado, los números importan. Pero también importa lo que se esconde detrás de ellos: frustración, desgaste, y una sensación constante de estar empujando una puerta que no abre.
Lo más preocupante es que esto no se trata solo de falta de oportunidades, sino de las condiciones en las que muchas veces se nos “ofrece” trabajar. Jóvenes que logran encontrar empleo lo hacen, en muchos casos, en contextos de precarización: jornadas extensas, sueldos bajos, o incluso sin contratos ni seguridad social. Las grandes cadenas de comida rápida, por ejemplo, funcionan como símbolo de esta realidad: empleos que sostienen, pero que no construyen futuro. Ahora más llamativo aún, algunos por ahí han llegado hasta a hablar del pago con experiencia, en fin.
¿Cómo esperamos que la juventud se formalice laboralmente si el sistema no está preparado para acogerla? El requisito de la experiencia —que ojo, vemos que se exige incluso para cargos básicos— es solo una barrera más en un mercado que ya está en crisis.
Aquí es donde se vuelve inevitable preguntarse: ¿qué están haciendo nuestras autoridades? ¿Dónde están los parlamentarios, que hacen hoy por la juventud? O en los municipios ¿Qué rol juegan las oficinas municipales de la juventud? ¿Apuntan a esta crisis o solo son vitrinas que decoran con escasa incidencia?
Esto no puede seguir quedando solamente en los discursos. Necesitamos que realmente se preocupen de entregar herramientas concretas, como por ejemplo, cuotas laborales preferentes, programas de capacitación vinculados al desarrollo local, etc. Ya deben ir viendo este tema nuestras autoridades regionales.
De no ocurrir cambios, seguiremos viendo una juventud que emigra de sus comunas y regiones en busca de un mejor futuro. Que prefiere surgir alejados de sus tierras, por qué no queda de otra. Siguiendo esa línea, pensando y analizando, y ya más en un escrito algo más personal, creo que muchos jóvenes queremos quedarnos en nuestras comunas, aportar a nuestros territorios, incluso formar familia y crecer donde nacimos. Pero para eso se necesita más que voluntad: se necesitan acciones y decisiones concretas, que nos sumen.
Creo que las y los jóvenes entendemos lo difícil que es partir, comenzar de cero en un mundo que a veces es hostil. Desde los arriendos impagables hasta el eterno círculo de no tener experiencia porque no te dan la primera oportunidad. Y si a eso le sumamos estudiar, trabajar y —en muchos casos— sostener una familia, el panorama se vuelve más que complejo: se vuelve injusto.
Hay que trabajar para que cada joven hoy, en nuestra región, deje de ser una estadística de informalidad o desempleo. Hay que integrar al joven a ser parte activa del desarrollo de nuestra región. Pero para eso necesitamos algo tan básico como el acceso a un trabajo digno. No sé pide un favor, simplemente se exige un derecho.
En un año electoral, es momento de exigir compromisos concretos. Ser joven no puede seguir siendo excusa para la improvisación, la precarización ni el abandono. Esta región tiene talento, fuerza y ganas. Lo que falta es que se escuche, observé y se actúe.